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Txema Salvans presenta en el MUN la exposición 'The Waiting Game III', una reflexión sobre la espera a través de la figura del perro guardián

La muestra fotográfica, que puede visitarse hasta el 5 de marzo, es el resultado de la participación del artista en el proyecto de residencias artísticas ‘Tender Puentes’ del Museo


FotoManuel Castells/El artista Txema Salvans junto a algunas piezas de 'The Waiting Game III' en el Museo Universidad de Navarra

03 | 11 | 2022

Los viajes en furgoneta por la costa mediterránea, que Txema Salvans lleva realizando desde 2005, de Port Bou a Algeciras, han servido al artista barcelonés para retratar la espera a partir de una observación minuciosa y paciente. En The Waiting Game III, la exposición fotográfica que ha inaugurado en el Museo Universidad de Navarra, reflexiona sobre este concepto a través de la figura del perro guardián. La muestra, que puede visitarse en la sala Torre hasta el 5 de marzo, es fruto de su participación en el programa de residencias artísticas Tender Puentes del Museo, en el que artistas contemporáneos se inspiran en la colección de fotografía histórica del MUN para crear obra nueva.

Tradicionalmente, el perro se ha representado cumpliendo una función instrumental, como sujeto retratado o como mero elemento ambiental. En el caso de Salvans, el motor inicial han sido piezas de José Ortiz Echagüe, Humberto Rivas, Alfonso Sánchez García, Rafael Sanz Lobato y Oriol Maspons, entre otros autores. Pero su propuesta ofrece una óptica diferente. “Abordo una imagen inscrita en la memoria visual y, sin embargo, poco representada desde la fotografía: la del perro que guarda la propiedad en ausencia de sus amos, en general encadenado, que pasa sus días tras una verja, un muro o una valla metálica vigilando”, señala el autor, que ha presentado la muestra acompañado por Valentín Vallhonrat, director artístico del Museo junto a Rafael Levenfeld.

En esta serie, la figura del perro le sirve para abordar la relación del ser humano con la naturaleza, “un ejemplo de sumisión que imponemos a nuestro entorno natural”. El artista se muestra impresionado ante esta dimensión de la espera: “Hay miles de perros atados a una cadena o encerrados en una pequeña parcela que pasan toda la vida sin otra expectativa que guardar la propiedad de sus amos. Es la espera más constante y más desesperanzada, aunque la domesticación del ser humano ha hecho a algunos animales sumisos a este tratamiento y están constantemente esperando la ocasión de cumplir la función que se les ha inculcado”.

Pero las imágenes no solo le permiten hablar de los perros, sino también de sus dueños, a pesar de no aparecer en las imágenes. “Mis fotos hablan más de sus dueños que de los perros; la arquitectura del espacio y todos los elementos que rodean al perro nos dan una gran cantidad de información”, apunta. No busca, en cualquier caso, hacer una denuncia explícita del maltrato animal. “Inevitablemente está implícita, pero lo que trato es de revisar la recurrencia de un paisaje mediterráneo con figura animal que, a pesar de los cambios tecnológicos y urbanísticos, es transhistórico de la función animal, que permanece vigente a pesar de los sofisticados sensores de movimiento y de la videovigilancia. El perro, hasta el momento, no tiene un recambio más productivo”.

 

TRES ENTREGAS

Con The Waiting Game III, Salvans completa una trilogía que comenzó en 2005. La primera, dedicada a retratar la prostitución en carretera; y la segunda a de un tipo especial de pescadores que acuden a acequias, pantanos o puertos de la zona mediterránea, sin una pretensión real de pescar algo. “La espera, el denominador común del proyecto, es tal vez el componente temporal más constante de nuestras vidas. La espera no deja en nuestra memoria una marca tan fuerte como los actos que realizamos o que nos sobrevienen y, sin embargo, todos estamos siempre esperando algo. Todas las esperas son posibles y en todas hay un tiempo suspendido que está cargado de incógnitas”, explica el artista.

Otras cuestiones que atraviesan todos los trabajos son las decisiones en el plano estético. En este sentido, detalla las tres premisas clave que responden a su riguroso protocolo de trabajo para tomar las imágenes: “La distancia: las fotos están tomadas a una distancia del sujeto que permite mostrar el entorno y proteger la identidad del personaje. La distancia pone el acento en el contexto, en el paisaje. La luz: las fotos están tomadas a plena luz del día, nunca al atardecer o al amanecer. La luz dura refuerza el carácter desolador de las imágenes, así como la descripción rigurosa y la fragilidad de los sujetos. Y, por último, el momento: siempre se acciona el obturador en el momento de la espera, vaciando la imagen de todo display sexual o emocional, para acabar situando a los protagonistas en un anticlímax que remite a un lento y apesadumbrado devenir”.

En el desarrollo de estos trabajos, el propio artista se ha convertido en una suerte de profesional de la espera y de la búsqueda. “Yo también he esperado mucho y, a veces, como los perros, desesperanzadamente”. Hasta que, en uno de esos viajes, siguiendo distintas informaciones y desvíos, encuentra un premio en forma de situación que capturar con su cámara, siempre en gran formato y con trípode. “Supone una forma lenta de trabajar, lo que refuerza aún más estos rasgos conceptuales y estilísticos. El trípode aporta un sólido anclaje al lugar y al momento y proporciona la marca indeleble de que cada una de las decisiones adoptadas es conscientemente asumida”, revela.

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