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“La Crucifixión de Juan de Flandes es una meditación sobre la muerte de Cristo y su capacidad redentora”

El Catedrático emérito de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, Gonzalo M. Borrás, impartió la cuarta sesión del ciclo de conferencias sobre El Prado

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FOTO: Manuel Castells
10/11/16 17:06 Nagore Gil

El pasado 9 de noviembre tuvo lugar una nueva sesión del ciclo de conferencias “El Museo del  Prado: hitos históricos de sus colecciones” que organizan la Fundación Amigos del Museo del Prado y la Facultad de Filosofía y Letras en el Museo Universidad de Navarra. En esta ocasión, el catedrático emérito de Historia del arte de la Universidad de Zaragoza, Gonzalo Borrás, ofreció la conferencia titulada “La Crucifixión de Juan de Flandes entregada como dación en 2005”.

Esta obra, de 1,23 metros de alto y 1,69 metros de ancho, ingresó en el Museo del Prado en el año 2005, “en unas circunstancias un tanto especiales, ya que el grupo Ferrovial la entregó como dación en pago de deuda tributaria. La pieza se valoró ese año en 7.280.000 euros”, afirmó el catedrático. A lo largo de su exposición, y desde la perspectiva del profesor en el aula, el experto quiso “ayudar a disfrutar de una obra de arte teniendo en cuenta tres elementos: el comitente, o la persona que encarga la obra, el artista, y la obra en sí misma”.

Esta obra fue encargada el 19 de diciembre de 1509 por el Obispo de Palencia, Juan Rodríguez de Fonseca, “un hombre de familia noble, de gusto muy refinado, y amante de las obras bien hechas y tercer eclesiástico más importante de la Castilla de Isabel y Fernando”, para que formara parte del actual retablo mayor de la Catedral de Palencia. Fue en el año 1527 cuando se montó dicho retablo y 32 años después, en 1559, se desmontó  para  pasar a la sala capitular. Vendida en 1944 a la familia Arburúa por el cabildo de la Catedral, posteriormente fue adquirida por el grupo Ferrovial.

En cuanto al pintor, Juan de Flandes, del que “no se sabe nada antes de su llegada a España en 1496 para ser pintor de corte de Isabel la Católica, pero del que está todo muy bien documentado desde ese año hasta 1504, año de la muerte de la reina”, el profesor Borrás señaló como dato interesante la constatación “de cómo un pintor con formación de miniaturista y retratista, una vez fallecida Isabel la Católica, se traslada a Salamanca (1505-1509) y luego a Palencia y pasa del pequeño formato al gran formato, sabiendo adaptarse a las necesidades y condiciones que esto supone”.

La obra, una meditación

Por último, el catedrático analizó la obra en sí misma desde el punto de vista técnico, estético, formal y compositivo, estableciendo conexiones con el contexto cultural de la época y, de manera especial, con las representaciones teatrales que escenificaban la Pasión y Muerte del Señor. Esta obra “de naturalismo simbólico”, fue concebida como un tríptico, en el que, además de la Crucifixión, que ocuparía la parte central, se mostraban a Jesús con la Cruz a cuestas, y el momento de su Sepultura. “Esta obra maestra de Juan de Flandes es una meditación, en ella el tiempo se detiene para meditar, ya que recoge el momento en el que Cristo ha expirado. En ella se muestra la capacidad redentora de su muerte”, afirmó para concluir.

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