Gabriel Pérez-Barreiro, nuevo director artístico del MUN y profesor del Máster en Estudios de Comisariado: “Dar clases en salas de exposición permite ver el comisariado aplicado”
Gabriel Pérez-Barreiro Barro (A Coruña, 1970) ha sido nombrado director artístico del Museo Universidad de Navarra (MUN), centro con el que colabora desde hace seis años como profesor asociado del Máster de Estudios de Comisariado. Con una dilatada experiencia en museos universitarios y otros centros en Europa, Estados Unidos y Latinoamérica, es ahora responsable de la estrategia artística del MUN junto con Teresa Lasheras.
En esta entrevista, nos deja las claves ideas que considera clave en la formación y la profesión del comisario de exposiciones:
¿Cuál es el papel del comisario?
Mi definición es que el comisario es un gran mediador. Su trabajo es de comunicación: de comprensión de un fenómeno artístico y de comunicación de ese fenómeno a los diferentes públicos. Es alguien cuyo trabajo depende tanto del público como del contenido artístico, así que hace falta una comprensión de esos dos lados para hacer lo mejor posible esa labor de mediador.
¿Y cuál es la importancia actual de la mediación?
De una manera muy clara, el conflicto y la polarización están muy presentes en nuestra realidad. La idea de mediación tiene que ver con la capacidad de empatía, de esperar un momento antes de formar un juicio, de estar cómodo con la incertidumbre. El arte es un lugar idóneo para todo ello.
¿Por qué es importante la profesionalización del comisario?
Es una profesión que hace 30 o 40 años no existía con este nombre, sino que se diluía en diferentes títulos dentro de las instituciones. El sistema artístico ha crecido mucho (hay muchas más instituciones, el mercado es mucho más amplio…). La formación crea más herramientas y brinda conocimientos a las personas para estar mejor preparadas para navegar una casi infinita posibilidad de definiciones y de aplicaciones de este conocimiento.
¿Qué características debe tener un buen comisario?
Es muy importante la empatía, tanto con el fenómeno artístico como con la función social del arte. Saber usar el conocimiento que uno tiene de una forma productiva, generadora, es también el gran desafío: en un mundo en que la gente está cada vez más encerrada en sus propias burbujas, esa posibilidad de comunicación es fundamental.
¿Cuáles son los retos a los que se enfrenta el comisario del siglo XXI?
La gran cantidad de información que hay y la gran velocidad a la que suceden los acontecimientos, y la capacidad de tomar distancia crítica con ellos: no ser completamente reactivos, sino poder reflexionar, ver conexiones entre las cosas, verles utilidad, estructurar un pensamiento.
¿Qué posibilidades ofrece cursar un máster en un museo?
Es algo fundamental porque hay un riesgo en los cursos de formación de comisariado: que sean muy abstractos, demasiado académicos. Y creo que la posibilidad de aplicar ese conocimiento de una forma directa, de observar lo que pasa realmente en una sala de exposiciones, con los públicos que llegan, es un plus.
El learning by doing es algo esencial. Si uno es comisario, es porque quiere hacer cosas: nos interesa trabajar con artistas, montar espacios, resolver problemas de la vida real, por lo que no hay otra alternativa para un programa de formación que no sea ponerse a hacer cosas y reflexionar sobre ellas.
¿Cómo ha sido tu experiencia con los alumnos del Máster en Estudios de Comisariado?
Es muy estimulante. El nivel de los estudiantes y de los profesores es muy alto y el hecho de poder usar el Museo y dar clases incluso en salas de exposición permite ver el comisariado aplicado, la posibilidad de pensarlo, de proponer otras alternativas, es algo muy dinámico y estimulante.
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